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martes, 28 de junio de 2011

EN SALADERO GUAVIYÚ Gran encuentro de jóvenes

25/02/2011 | LOCALES

El pasado fin de semana se llevó a cabo en el Saladero Guaviyú y a orillas del río Uruguay, un encuentro de integración juvenil. Las actividades incluyeron eventos deportivos y recreativos,  camping y espectáculos musicales. El evento se denominó “Un Encuentro Muy Salado” y concentró a gran cantidad de público.
El sábado, en un entorno natural, muy agradable y con buena música, los equipos de jóvenes comenzaron la actividad con la presentación, que consistió en una canción que debía identificar al color de cada grupo. Luego siguió la recreativa, que incluyó deportes como vóleibol y fútbol.
Más tarde se llevó a cabo el “Paintball”, juego de lealtad y de equipo, del que participaron tanto jóvenes com mayores, quienes compitieron entre las ruinas del Saladero.
Durante la noche se presentaron artistas locales y de Paysandú. Actuaron dos incipientes bandas de rock juvenil, Valquiria y Uranio, y posteriormente se desarrolló un show espectacular de Juan “Juampi” Acosta y Federico Long, que deleitó a los jóvenes.
Cerró la noche el grupo quebrachense “Busca2”, en tanto se eligió a “Miss Saladero” y “Mister Salado”, resultando electos Georgina Kluber y Enrique De los Santos.
Los organizadores entregaron premios a los campamentos que mejor contribuyeron al cuidado del medio ambiente, como también a quienes participaron de las recreativas, mientras que en el final se llevó a cabo una “cacería”. Los premios incluyeron estadías en Termas de Almirón y Guaviyú, trofeos y prendas de vestir.
La organización estuvo a cargo del Municipio de Quebracho y contó con el apoyo del Centro MEC, la Secretaría de Deportes y la Secretaría de la Juventud de la Intendencia de Paysandú.

En Saladero Guaviyú, para proyectar la vida

04/03/2011 | LOCALES

Miguel de los Santos, de 82 años, quien vive en la zona de Saladero Guaviyú desde 1948, nos recibió en su casa y accedió a contarnos parte de su historia. Concurrió unos años a la escuela 31 de Sauce de Buricayupí --es oriundo de ese lugar-- y hace 62 años llegó junto a sus diez hermanos y sus padres a proyectar una nueva vida en este lugar. “Nosotros no fuimos la única familia numerosa en llegar a estos terrenos. Después estaba la familia Cuevas, que eran catorce, y los Ruppel ahí abajo sobre el llano, que era otra familia grande, pero ellos ahora ya se fueron”, explicó.
“Extraño aquellos años porque había una tranquilidad única y la cosa ha cambiado mucho desde entonces. Fíjese que cuando llegué con mis padres acá era puro monte y después se fue limpiando. Luego de que mi padre limpió hizo chacra, sembró trigo, avena, pero hoy solo se cría vacas y ovejas, y algunas gallinas”.
De joven recuerda las quermeses, aunque se hacían de día porque no había luz artificial. En cuanto a las épocas del año, confiesa que le gusta mucho más el invierno que el resto de las estaciones: “para trabajar es mucho mejor con frío que con calor”. Sobre la última sequía dijo que “estuvo bastante regular. Muy brava no fue porque por suerte aquí tenemos mucho pasto y en las últimas semanas ha llovido bien. Pero, sequía fue la de 1944, antes de venir para acá. Recuerdo que iban pasando las tropas y el ganado quedaba tendido por los campos. No llegaban a destino y caían muertos. Seguramente que estas son secas, pero ni cerca a las que llegué a ver por aquellos tiempos. De todos modos hubo mucha gente que alcanzó a salvar ganado, porque habían hecho establos provistos de agua con buenas reservas. Fueron pobladores que llegaron hasta estos campos que trajeron ganado a pastoreo y que se disponían a hacer la colonia. Eran tiempos donde no existían los caminos rurales como hay ahora. Usted vea que cuando vinimos eran sendas y había que andar atravesando los campos entre las chilcas y montes tupidos; ahora la cosa cambió”.
Sobre el saladero recuerda algunas historias que sus mayores contaban. “Sí, claro, cómo no voy a recordar cuando mi tío nos contaba que sobre el otro extremo llegaron a vivir como unas mil familias, casi sobre la costa, aunque de eso yo no alcancé a ver nada. Es que cuando vinimos era todo monte nativo y los restos de las edificaciones del viejo edificio donde procesaban el charque estaban tales como ahora. Todo estaba así como lo ve usted ahora. Muelle, chimenea y algunas paredes que todavía se mantienen en pie, todo igualito”. Agregó que “en los últimos años han mejorado los alrededores, la gente hace campamento, pesca y hasta se baña en el río”. Cuando al retirarnos le agradecimos el habernos atendido, don Miguel sonrió y apenas esbozó un “no tiene porqué”, en un típico gesto de hombre de campo.